Mejoran las reservas netas y se consolida la estabilidad del tipo de cambio.
El desembolso del FMI del viernes sacó al Banco Central de la zona de alto riesgo. Las reservas netas subieron más de USD 6.000 millones y seguirán creciendo en el segundo trimestre por la liquidación de la cosecha gruesa.Los peligros que acechan al Gobierno en el corto plazo tienen una raíz más política que económica, a partir de las críticas del kirchnerismo duro y La Cámpora al acuerdo firmado con el organismo.
La suba en los precios de las materias primas que gatilló la invasión de Rusia a Ucrania también impactará favorablemente en el balance cambiario. Según calculó la consultora del economista Fernando Marull, la soja a USD 620 implica un ingreso adicional de divisas de USD 7.000 millones respecto a las proyecciones previas. Las reservas brutas del Central subieron a más de USD 43.000 millones y podrían acercarse a los USD 50.000 millones hacia fines del segundo trimestre.
El alivio no es menor. Hace apenas un par de meses el BCRA estaba parado al borde del abismo: las reservas netas eran negativas, había mermado fuertemente el poder de intervención y el dólar “contado con liquidación” llegó a rozar los 230 pesos. Hacia fines de enero la incertidumbre respecto a un acuerdo con el Fondo Monetario había generado máxima tensión cambiaria. Finalmente se impuso el sentido común, con el apoyo de los gobernadores y de la oposición: un default con el FMI hubiera desatado una crisis de grandes proporciones, incluyendo el riesgo de descontrol del tipo de cambio y de hiperinflación.
La estabilidad cambiaria local tiene como aliada además la caída del dólar en Brasil, que pasó de 5,75 reales a fines del año pasado a casi 5 reales en las últimas jornadas. Se trata de una apreciación del tipo de cambio superior al 15% que también rebota en la Argentina.
Parte de los dólares que se acumularán hasta el final del segundo trimestre se perderán en los meses de invierno, porque se encareció la importación de energía. La estimación es que esto significaría unos USD 4.000 millones. En conclusión, el balance de la suba de los precios de los commodities resultaría favorable para la balanza cambiaria, pero negativa para las cuentas públicas, ya que el Gobierno sólo percibe del 33% de lo que ingresa vía retenciones, pero afronta el 100% del gasto a la hora de importar.
Alberto Fernández se enfrenta así un nuevo panorama para lo que resta de su gestión. La recuperación de las reservas le da un poco más de aire y alejó el “escenario catástrofe”.Por otro lado ya no tendrá que consensuar decisiones con el “núcleo duro” kirchnerista y tampoco con la vicepresidenta. Cristina Kirchner dejó bien en claro que desaprueba el acercamiento al FMI porque “sólo genera más pobreza”. Por lo tanto, ahora el Presidente podrá recostarse en su círculo más íntimo para definir el rumbo de la política económica, que incluye al ministro de Economía, Martín Guzmán.
El principal foco estará puesto en el combate a la inflación. Marzo ya está jugado, aún luego del anuncio de la marcha atrás en una serie de aumentos que se aceleraron tras la declaración de “guerra” del Presidente. El piso del mes ya estaría en niveles de 5%, con el peligro de una aceleración hasta niveles de 6%. Peor aún, en el caso de alimentos las remarcaciones se ubicarían en niveles de dos dígitos.
Este mes se asistió a la “tormenta perfecta” en materia inflacionaria. Los precios ya venían acelerados en el arranque del año, por lo que ya se arrancó con un piso muy alto. Pero a esto se le sumó el fuerte aumento de las materias primas a nivel global, que impactó en los precios locales de los alimentos y también en un fuerte aumento de insumos importados para la producción local. Pero además hubo aumentos en indumentaria por cambio de temporada, en medicina prepaga y colegios privados. Además, el anuncio de aumentos tarifarios en energía también se reflejaría este mes.
¿El pico inflacionario del año?
Seguramente desde el equipo económico remarcarán que el dato de inflación de marzo será el “pico” del año, tal como ocurrió también en 2021. Y existe una alta probabilidad de que esto suceda, pero ya partiendo de un nivel mucho más alto que el año pasado.
Evitar un desborde de los precios será el principal objetivo del Gobierno en los próximos meses. Un repaso de la historia reciente de la economía argentina deja en claro que con semejante aceleración es imposible ganar una elección. Así le ocurrió a Mauricio Macri en 2019, al igual que la caída del oficialismo en las elecciones de medio término del año pasado.
Las críticas y amenazas de Roberto Feletti al campo y a los empresarios no hicieron más que dejar al descubierto la impotencia del Gobierno para enfrentar en serio el flagelo inflacionario.
El acuerdo con el FMI contiene algunos elementos claves para enfrentar el problema: reducción del déficit fiscal y un freno a la emisión monetaria. El problema es que al menos este año será difícil cumplir con ambos objetivos. La justificación para el casi seguro incumplimiento es la guerra en Ucrania, un verdadero “cisne negro” que cambia todos los cálculos en los que habían trabajado el staff del FMI y el equipo económico argentino.
Con estos niveles de inflación es imposible que los salarios recuperen terreno, salvo en aquellos sectores que tienen un sindicato muy fuerte o que se trate de sectores que no se ven perjudicados por este escenario. La lista es conocida: bancarios, aceiteros, petroleros, en alguna medida comercio o construcción. Pero los cuentapropistas, empleados de otros sectores e informales conseguirán aumentos salariales que quedarán muy atrás de la suba de precios.
Por eso, el objetivo principal del Gobierno es ahora concentrarse en la inflación y al mismo tiempo evitar una recaída en el nivel de actividad. No será una tarea sencilla. El rebote de 10,3% del año pasado fue mayor la vaticinado por la mayoría de los economistas y dejó atrás el derrumbe provocado por la pandemia. Pero a partir de ahora la economía necesita nuevos motores para seguir en ascenso.
Las mayores exportaciones podrán contribuír a esa mejora de la actividad marginalmente, pero no así el consumo privado. Por otra parte, el impulso que pueda dar el Estado se encuentra mucho más acotado, sobre todo por la necesidad de cumplir con una rebaja del déficit fiscal comprometida ante el FMI.