H ace un tiempo, a la par de asesorar pymes, adopté como segunda profesión a la docencia universitaria, enseñando a futuros profesionales de las ciencias económicas. En ese marco, unas tres o cuatro veces al año me veo en la situación de invitar a los alumnos a pensar sobre el tema que referiré a continuación: La Cultura Empresarial.
Al tratarse un concepto en apariencia muy abstracto, suelo ayudar a estos jóvenes a entender mejor la idea que nos compete recurriendo a la siguiente pregunta: ¿Quién de los que actualmente está en pareja ya conoció a la familia de su novio/a? Ante la consigna surgen decenas de historias tragicómicas que facilitan la comprensión tanto del tópico en cuestión como de sus implicancias.
Con el mismo espíritu, citaré un ejemplo conocido por todos que aportará luz al respecto. Me refiero a la saga de películas de “Los Fockers”, conocida en Latinoamérica como “La Familia de mi novia”.
Esta consistió en una serie de comedias protagonizadas por los brillantes Robert De Niro y Ben Stiller, cuyas historias giran en torno a las desventuras que le suceden a un joven a la hora de lidiar con su padre político. Ahora bien, los choques entre los personajes principales demuestran, de modo caricaturesco, la tensión que se hace presente cada vez que alguien se encuentra con que algo habitual para él o ella es extraño en otro entorno o viceversa. Eso sucede porque, dependiendo de nuestras circunstancias de vida, tenemos diferentes modos de pensar, hábitos, costumbres y rituales. Y es justamente este conjunto de elementos el que conforma a la cultura colectiva.
Por ende, esta noción se trata ni más ni menos que del compuesto de valores, normas, creencias orientadoras y entendimientos que comparte la planta organizacional. En consecuencia, es usado en forma de guía y transmitida a sus nuevos integrantes, impuesta como manera correcta de pensar, sentir y comportarse. Por esa razón, tiene poder de condicionar o potenciar toda acción.
Con el fin de evitar el impacto negativo en el sistema de una filosofía negligente y con el afán de, más bien, propiciar un brío emprendedor en ella, mencionaré a continuación algunos tips que todo jefe debería tener en cuenta a la hora de analizar si la cultura de su firma es eficiente.
El primer aspecto para revisar es la PROPENSIÓN AL CAMBIO, es decir, la flexibilidad para transformar la realidad de la empresa de modo permanente y deliberado. Esto es, sin necesidad de que el afuera lo obligue, sino desde el auspicio y el empuje del líder, realizando desde acciones sutiles y periódicas, como cambiar de lugar una lampara, hasta actos más relevantes como la selección de diversidad de perfiles en sus trabajadores.
El segundo atributo ineludible de todo organismo eficaz es el FOMENTO DE LA AUTONOMIA. En este sentido, el padre de la administración moderna, Peter Drucker, dijo: “Donde hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión valiente.” Siguiendo con esta lógica, un espacio que promueva la suficiencia de sus individuos para hacer elecciones y asumir sus consecuencias, alienta a emprender dentro de la pyme.
Sobre este mismo punto un empresario al que asesoré me dijo: “Lo peor que me puede pasar es que un empleado tenga miedo a decidir. A todos les digo que no me esperen, hagan; prefiero que se equivoquen haciendo a que se queden de brazos cruzados”.
Además, otra destreza de vital importancia en todo ambiente proactivo es la COMPETITIVIDAD PARA TOMAR DECISIONES CON INFORMACIÓN INCOMPLETA.
Pues, si bien no son pocos los dirigentes obsesionados con saber absolutamente todo lo que ocurre dentro y fuera de su compañía, la realidad no se cansa de demostrar la imposibilidad de concretar tamaña tarea. De más está decir que nadie que haya tomado una determinación en enero de este año pudo haber anticipado la pandemia, el aislamiento obligatorio o el pánico general. Sin embargo, toda pyme que se reconozca incapaz de conocer el absoluto de su contexto ante cada disposición conseguirá evadir el gran error de paralizarse frente a la incertidumbre propia de la situación actual del mundo comercial.
Una cuarta condición que fortalece el clima laboral es el PROCEDER ÉTICO. Lo mismo se corrobora desde el hecho de que todos los estudios certificados vaticinan que el consumidor del futuro cercano será alguien que preste mucha atención a las políticas de la empresa y a la confianza que estas le generen. Algo muy similar sucede con los agentes de una entidad, quienes prefieren brindar su fuerza de trabajo a medios en donde se tengan en consideración a las cuestiones de naturaleza moral, como por ejemplo las referentes a la gestión, las conductas a seguir en el mercado, la forma de planificación de la sustentabilidad y división del trabajo, etc.
El quinto componente fundamental para la productividad es la INICIATIVA. Esto se traduce en la cualidad de innovar o intentar cosas diferentes permanentemente con el objetivo de generar oportunidades de negocio, o sea, de anticiparse y aprovechar toda ocasión positiva del contexto. Así, para analizar si esta perspectiva está trabajada, cabe reflexionar sobre cuantas ideas aportadas desde el interior de la pyme en los últimos meses se llevaron a cabo y cuáles fueron sus resultados. Si no hay una respuesta concreta, se puede tratar de un síntoma que indique la necesidad de brindar el espacio de generación de propuestas.
Asimismo, un condimento esencial en culturas emprendedoras es la convicción de CONFIANZA EN LA FACULTADES DE LOS INTEGRANTES de la organización. Esto se alcanza teniendo los roles definidos, o con pequeñas acciones recurrentes como celebrar en conjunto cada meta individual cumplida, realizando evaluaciones de desempeño periódicas o con una formación constante. Aquí el incentivo a las capacitaciones por parte de la gerencia juega un papel fundamental.
Por último, resta mencionar a la ACTITUD POSITIVA o tendencia de ver y juzgar las cosas en su semblante más favorable, dado que el optimismo de todos los colaboradores es clave para promover una dinámica afín a los proyectos creativos. Para lograrlo es elementar contar con líderes que sepan controlar las emociones del equipo, que no castiguen el error y que potencien el aprendizaje con auto evaluaciones.
Cierro diciendo que la cultura es la virtud que nos colocó en la cumbre de la cadena alimenticia y nos permitió sobrevivir, ya que de no ser por ella seríamos los seres más frágiles de la naturaleza. Pensemos, mientras que los demás animales desarrollaron garras filosas, dientes afilados, la habilidad para ver en la oscuridad, correr a altas velocidades, nadar en aguas profundas, y volar en la altura, entre otras cosas, gracias a nuestro acervo social los humanos conseguimos hacer todo eso y mucho más.
Mucho mejor lo explicó Darwin al decir: “No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, ni tampoco el más inteligente. Es aquel que mejor se adapta al cambio”. Lo mismo ocurre en las pymes: sólo aquellas con culturas emprendedoras fortalecidas son las que prevalecerán en la jungla empresarial, y a la búsqueda de ello lo invito estimado empresario pyme.