En la semana que estamos cerrando hubo pocas novedades sobre la marcha de la economía a nivel local. El gobierno volvió a incrementar su proyección de crecimiento al 8% para 2021 y se apresta a presentar el Proyecto de Presupuesto 2022 el 15 de septiembre, días después de las PASO.
En este sentido, las perspectivas macroeconómicas para 2022 vuelven a girar en torno al acuerdo con el FMI post elecciones y las perspectivas de lluvias, de forma similar a lo que se discutíamos a principios de este año.
Actualmente la falta de lluvias en la región está afectando al desarrollo de los cultivos, la normal salida de exportaciones agrícolas por el Paraná y la oferta de energía hidroeléctrica. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la falta de lluvias agrava la situación de déficit hídrico del trigo y provoca disminución del crecimiento del cultivo y demoras en el desarrollo.
Recién se registrarían precipitaciones en las regiones agrícolas de Argentina a partir de fines de la semana próxima, aunque estas no serían significativas.
Hace casi 15 días la Administración Nacional de Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés) dejó claro que hay una firme tendencia a que se instale nuevamente el fenómeno de la Niña que condicionaría las lluvias que recibe Argentina, sobre todo entre los meses que van de noviembre a febrero.
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En su último informe de tendencias climáticas la NOAA ha subido la probabilidad del evento de un 67% a un 70%. Lo que resta ahora es responder cuál será la intensidad del evento. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, en los años Niña las regiones agrícolas de Argentina reciben entre un 20 a un 30% menos de lluvias que las normales dependiendo de la intensidad del evento.
Pero hay algo que agrava esta situación: sería por cuarta vez en 35 años otra campaña gruesa afectada por dos Niñas consecutivas. Y para los cultivos de soja y maíz eso tiene muy malos antecedentes. En los últimos 35 años, hubo tres campañas afectadas por dos eventos de sequía consecutivos: 2008/2009, 2011/2012 y la 2017/18.
En 2017/18 la cosecha de soja terminó con 21,5 qq/ha y se obtuvieron solo 35 Mt de los casi 52 que se esperaban (32% de pérdida). Para maíz, los rindes nacionales fueron de 59,76 qq/ha respectivamente, cuando el promedio del maíz a nivel país está en los 80 quintales.
De esta manera, la posibilidad de una cosecha gruesa 2021/22 similar a la cosecha 2017/2018 obliga a plantear distintos escenarios, su impacto sobre la oferta de dólares y las perspectivas macroeconómicas de 2022. Por ello analizaremos tres escenarios de producción de soja y maíz: (i) las exportaciones estimadas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), que consideramos optimista ya prevé la producción de 52 millones de toneladas de soja, (ii) un escenario intermedio, que considera exportaciones un 10% por debajo de lo previsto por el USDA y (iii) el escenario 2018, donde los rindes caen fuertemente por una fuerte sequía y las cantidades exportadas resultan similares a 2018.
Respecto de los precios, suponemos que se mantendrían en los niveles actuales (alrededor de US$ 500 por tonelada para el poroto de soja y US$ 215 para el maíz). En el primer escenario, las exportaciones producto de la cosecha gruesa podrían ser superiores a las de la última campaña porque la cosecha de soja aumentaría.
En el escenario intermedio, la oferta de divisas derivada de la cosecha gruesa disminuiría en US$1.500 millones mientras que en el escenario más pesimista se exportarían US$ 5.550 millones menos que en 2020, lo que ciertamente tendría efectos macroeconómicos importantes. En particular, las restricciones a las importaciones deberían profundizarse para evitar una caída similar de las reservas, al tiempo que el deslizamiento del tipo de cambio oficial debería acelerarse y las restricciones a la salida de dólares financieros no podrían ser relajadas.
Aun en los escenarios más optimistas, el aumento de las importaciones en una economía en crecimiento y de la cuenta de servicios en un entorno mundial propicio para el turismo externo implican un menor superávit de divisas en la cuenta corriente que en 2020.
Además es altamente posible que el nuevo acuerdo con el FMI incluya una meta de acumulación de reservas netas, lo que sin duda requiere que otros complejos exportadores (alimentos, minería, automotriz, etc.) compensen a corto plazo la posible caída de exportaciones agrícolas para mantener el nivel de actividad.
Un ejercicio muy preliminar puede aproximar el impacto de los distintos escenarios productivos en base a estimaciones de pagos de importaciones y servicios con una economía que estaría creciendo por encima del 2% anual y saldos netos de intereses pagados al exterior.
Suponiendo además un acuerdo con el FMI que despeje los pagos de capital con el organismo en 2022, estimamos que en el escenario optimista (USDA) el superávit de la cuenta corriente cambiaria (CCC) se reduciría en alrededor de US$ 1.000 millones (-14% a/a) en el primer semestre de 2022. En el escenario intermedio el superávit de la CCC caería a US$ 4.600 millones (-35% a/a) y en el escenario climático adverso la CCC sumaría apenas US$ 3.000 millones en el primer semestre de 2022, un 58% inferior al mismo período de 2021 con un previsible ajuste hacia abajo en las cantidades importadas y del nivel de actividad y al alza del tipo de cambio oficial.
Estas estimaciones muy preliminares muestran la importancia de monitorear el progreso de la cosecha gruesa y los precios internacionales para calibrar la oferta de dólares comerciales en el primer semestre del año que viene, insumo esencial para mantener el nivel de actividad a través de importaciones, mantener a raya el resultado fiscal del gobierno a través de las retenciones a las exportaciones y atender requerimientos de pagos de deuda pública y privada al tiempo que se desliza el tipo de cambio oficial.
En síntesis, hay altas probabilidades que se repita el fenómeno de la Niña en la próxima cosecha gruesa 2021/22 según proyecciones de la Administración Nacional de Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos. Distintos escenarios nos indican que la oferta de divisas podría caer hasta US$ 5.500 millones comparado con 2021 en un escenario de sequía extrema similar a 2018 o US$ 1.500 millones en un escenario más moderado.
Estos escenarios adversos podrían impactar negativamente tanto en el nivel de actividad como en el ritmo de deslizamiento del dólar oficial en el primer semestre de 2022. Esto obligará a seguir de cerca el avance de la próxima cosecha gruesa.
Fuente: Delphos Investment